España se encuentra desde hace siglos
fuera de sí misma. Los españoles venimos aguantando el peso de la
historia como si de arrastrar una losa se tratara. Dejamos de liderar
la historia para someternos a ella de una manera cruel. Las
diferentes potencias extranjeras nos arrebataron los mandos de
dirección para mantenernos en un segundo plano, siendo el pueblo
español condenado durante un largo periodo de tiempo a olvidarse de
sí mismo y de todas las conquistas a las que se pudiera aspirar.
Durante siglos, la nación española no
ha estado, no ha existido, no se la ha tenido en cuenta en los
destinos históricos a los que el mundo se enfrentaba y se sigue
enfrentando. Quedamos apartados, amordazados, sin voz ni voto. Desde
la llegada de los Borbones, ya las diferentes potencias extranjeras
controlaban la vida española interfiriendo en su destino
militarmente. No era el pueblo sino los extranjeros los que decidían
quién gobernaría nuestra nación. Fueron estos monarcas los que
vendían la tierra española para afianzar sus posiciones de
gobierno. El pueblo no, el pueblo no podía hacer nada, estaba
callado, resentido en su destino trágico de rendición. Y de esta
manera siguieron pasando los años, la nación española seguía
apartada de la hora histórica, mientras que las demás potencias
tomaban el papel de directoras universales.
Frente a todo esto, los españoles
seguían manteniéndose fieles a ellos mismos, y lo vimos cuando el
pueblo se organizó en juntas para combatir al invasor francés, pero
no fue suficiente. El español, iluso, vuelve a caer en la trampa. No
se aprovecha esta situación para reafirmarse como pueblo y como
nación sino que se vuelve a restaurar la monarquía borbónica y a
seguir reprimidos históricamente. Comienza un siglo convulso en
donde se imponen las ideas liberales. El español confuso cree en los
derechos abstractos que el liberalismo trae, cayendo también en la
confusión de los partidos políticos, que dividen al pueblo en
batallas estériles. Siguen pasando los años y el español no se
encuentra. Ha caído en un círculo vicioso donde se cree libre al
votar a los que luego ejercerán de gobernantes.
Todo cambia cuando llega la Segunda
República. Este aire nuevo prometía el cambio. Los españoles salen
a las calles bajo dos banderas, la nacional y la social. Esta nueva
situación podía traer a la nación la reafirmación histórica.
Pero pronto todo esto queda en el olvido. La situación sigue siendo
exactamente igual. Ni ambición nacional ni justicia social. Los
gobernantes hacen todo lo posible para que esta felicidad del pueblo
unido quede en la situación más desastrosa. Comienza la hora
revolucionaria en España.
La juventud nacional se organiza frente
a la época de decadencia. Llegan las revoluciones a los diferentes
países europeos, pero en España la situación es diferente. Ni
revolución nacional ni revolución social. Con la llegada de la
dictadura se produce el final de las aspiraciones revolucionarias de
la juventud. Después de la dictadura, el pueblo español cae de
nuevo en los derechos abstractos y en las batallas electorales.
Vendidos a los intereses económicos extranjeros, a las grandes
multinacionales y a la gran banca privada, los españoles seguimos
quietos, amordazados, apartados del pulso histórico actual, sin
aspiraciones a nada, seguimos engañados por los poderes
democráticos, burgueses y liberales, mientras éstos afianzan sus
posiciones de privilegios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario